lunes, 10 de agosto de 2015

Elogio a Ana Frank



En su introducción a la primera edición del Diario en los Estados Unidos, Eleanor Roosevelt lo describió como «uno de los más sabios y conmovedores comentarios que he leído sobre la guerra y su impacto en los seres humanos». El escritor soviético Ilya Ehrenburg diría más tarde: "una voz que habla por la de seis millones; la voz no de un sabio o un poeta, sino la de una muchacha corriente". A medida que ha crecido la talla de Ana Frank como escritora y humanista, se ha convertido en un símbolo del Holocausto y más ampliamente como una representante de la persecución. Hillary Rodham Clinton, en su discurso de acogida de un Premio Humanitario Elie Wiesel en 1994, citó el Diario de Ana Frank y dijo que «nos despierta frente a la locura de la indiferencia y el terrible precio que supone para nuestros jóvenes», que relacionó con los recientes acontecimientos ocurridos en Sarajevo, Somalia y Ruanda. Tras recibir el premio humanitario de la Fundación Ana Frank en 1994, Nelson Mandela se dirigió a una multitud en Johannesburgo, diciendo que había leído el diario de Ana Frank mientras estaba en prisión y que «obtuvo un gran aliento de él». Comparó la lucha de Ana contra el nazismo con la suya propia contra el apartheid, trazando una línea paralela entre las dos filosofías con el comentario «porque estas creencias son evidentemente falsas, y porque fueron, y siempre serán desafiadas por los semejantes a Ana Frank, están destinadas al fracaso».


En el mensaje final de la biografía sobre Ana Frank de Melissa Müller, Miep Gies trató de disipar lo que creía era una creencia equivocada que iba en aumento, «Ana simboliza a los seis millones de víctimas del Holocausto», escribiendo: «la vida y muerte de Ana era su propio destino, un destino individual que se repitió seis millones de veces. Ana no puede, y no debe, representar a los muchos individuos a los que los nazis robaron sus vidas... Pero su destino nos ayuda a aceptar la inmensa pérdida que sufrió el mundo por culpa del Holocausto».



El Diario ha sido también alabado por su mérito literario. Comentando el estilo de redacción de Ana, el judío norteamericano Meyer Levin, que trabajó con Otto Frank en la dramatización del diario poco después de su publicación, lo alabó por «mantener la tensión de una novela bien construida»,mientras que el poeta John Berryman escribió que era una representación única, no sólo de la adolescencia sino también del «proceso misterioso y fundamental de un niño que se convierte en adulto, como sucede en realidad». Su biógrafa Melissa Müller dijo que escribió «en un estilo preciso, confiado y económico, pasmoso en su franqueza». Su escritura es en gran parte un estudio de personajes, y examina a cada persona de su círculo con un ojo astuto, inflexible. Es de vez en cuando cruel y a menudo parcial, sobre todo en sus representaciones de Fritz Pfeffer y de su propia madre, y Müller explica que canalizó los «cambios de humor normales en la adolescencia» a través de su obra. Su examen de sí misma y de lo que la rodeaba se mantiene durante un largo período de modo introspectivo, analítico, altamente autocrítico, y en los momentos de frustración relata la batalla que se libra en su interior entre la «Ana buena» que desea ser, y la «mala» que cree ser. Otto Frank recordó a su editor explicando por qué pensaba que el Diario se leería tan extensamente, con el comentario «dijo que el Diario abarca tantas etapas de la vida que cada lector puede encontrar algo que lo conmueva».


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